Dos conceptos muy de moda últimamente. Desde
hace tres semanas, no se habla de otra cosa. Tanto los “hunos” como los “otros”
se achacan mutuamente la falta de esas supuestas virtudes aristotélicas. Lo
cierto es que vivimos en un país que no sabe. No sabe nada. No sabe geografía,
no sabe votar, no sabe ver la tele, no sabe perseguir el fraude fiscal y mucho
menos sabe estimular la economía, aumentar el empleo y la productividad y todas
esas recetas mágicas. ¿De verdad le sorprende a alguien que no sepamos ni ganar
ni, mucho menos perder?.
Ayer quedó demostrado. España es un país que
tiende a polarizar en extremo cualquier espectro de posturas grises hasta
reducirlo a dos colores: blanco o negro. A una moneda con dos caras. Esas dos
caras las tenemos hoy reproducidas en dos personas: el ínclito, estoico y
comedido pensador Guardiola; y su antítesis o némesis Mourinho, personaje
siniestro donde los haya, maquiavélico a la par que histriónico. Ayer cada uno
salió a la palestra a interpretar con brío su actuación.
Guardiola optó por la fina ironía, el sutil
estoque del sarcasmo disfrazado de nebulosa filosófica. Podemos afirmar que
existe consenso universal a la hora de afirmar que saltar del barco que se
hunde es de mal perdedor. Si encima eres capitán de un barco es además delito
(que se lo pregunten al capitán del Concordia). No obstante, había hecho
méritos más que suficientes para obviar esa pequeña mácula de indecencia entre
tanta orgía de loas y alabanzas. No contento con ello, aprovechó ayer para
tender la mano al vencedor, a la par que con la otra mano le deslizaba con
inquina una puñalada en el costado. El ganador es justo ganador, pero en verdad
han pasado cosas que de no haber pasado habrían provocado que el ganador
hubiera sido otro, ergo, el ganador no es justo ganador. He de reconocer que
semejante giro literario está sólo a la altura de grandes maestros de las
palabras. Si la brillantez técnica del recurso utilizado está fuera de toda
duda, lo cierto es que es en el aspecto ético donde Josep ha fallado a toda una
tradición filosófica que arranca desde Séneca con su estoicismo hasta su figura
como digno sucesor, pasando por pensadores ilustres como el santo Job, San
Agustín o Kant. En definitiva, no sabe perder, pero en su defensa diré que sabe
no saber perder con estilo.
Mourinho por su parte nos tiene acostumbrados
a otro tipo de registros. Si Guardiola encaja más con un elegante caballero
oscuro, atormentado, silencioso, pero firme e inflexible en su lucha contra la
injusticia, Mou interpreta a la perfección el papel de Joker, histriónico,
exagerado en sus gestos y su mensaje, anárquico, sembrando caos y destrucción
por doquier. Pero lo cierto es que de último ha cambiado el estilo de sus
travesuras, decantándose por el silencio o por el desplante. Y eso es
precisamente lo que sucedió ayer. Por fin cambiado el guión, el villano ganó al
héroe, el cual no pudo desbaratar su refinado plan para conquistar el mundo. Cualquier
aficionado a las tramás superheróicas sabe que el día que el Joker derrote a
Batman, no le tenderá la mano y le felicitará por la contienda. Ni mucho menos.
Bailará desarretado sobre su maltrecho cadáver. Eso es más o menos lo que los
puristas esperaban de Mou. Sin embargo, éste optó por un lacónico NO ante las
cámaras, lo que le asemeja más a otro villano de corte más clásico: el Dr. No.
Los profetas de la corrección hubieran preferido unas palabritas, de corte
simpático y partenal, a ser posible. Pero olvidan lo que este maestro de la
parafernalia puede hacer cuando entra en escena. Además está el hecho de
festejar su séptima liga, lo que ha sentado mal a algunos. ¿Qué esperaban? El
Joker utiliza a sus esbirros para sus propios fines. Todos son títeres para su
fin superior: la conquista global. En este caso, es otra liga más, un medio
para su propio y ansiado fin. Pero bueno, en definitiva. No supo ganar, pero lo
cierto es que pudo no saber ganar mucho menos…
Sírvase cómo ejemplo de que esta conducta está
muy extendida lo que ocurrió semanas atrás. El Barcelona cae ante el Chelsea.
El Madrid se alegra. El Madrid cae ante el Bayern. El Barcelona se alegra.
Derrotados alegrándose de la derrota ajena. Ninguno sabe perder. No quedaremos
con las ganas de comprobar si alguno hubiera sabido ganar en esa situación…
Que nadie me malinterprete, no estoy en contra
de las dos actuaciones. De hecho sirven para corroborar mi hipótesis: que no
hay ciencia o disciplina que enseñe el arte de saber ganar o perder; que ya
puestos a aprender sabidurías más útiles, aprendamos a saber vivir, saber
sobrevivir, o a saber saber, ejemplo redundante y último de suprema epistemología.